sábado, 15 de noviembre de 2014

Diluvio transversal.

    ¿Y si saltar el precipicio significase volar por encima de todas las cabezas que jamás nos igualarán -caóticamente hablando-? Quizá, lo mejor que podemos hacer con nuestro tiempo es dedicarlo a reventar nubes, y que nos dejen más tormenta. Quizá ya no hay forma planetaria de sacar de nuestra órbita todo ser vidente que nos diga qué satélites hacer con nuestras vidas para ser felices sin estar borrachos. Quizá, solo quizá, los pájaros de nuestra cabeza se han comido a las mariposas del estómago porque tenían celos de todo lo que no fuese amor propio. Quizá, la palabra “quizá” no tiene sentido si no se ata con la correa con la que le guía la inseguridad.
    Y vuelven a rodar las preguntas en mi cabeza, pisando las respuestas al aparcar indebidamente en la plaza de minusválidos, por carecer de todo lo que a otros les sobra. Porque mi intención siempre ha sido dar mil vueltas a las cosas hasta que no las reconozca, pero en el fondo todo tiene la misma esencia, la clave está en dejar de ver con los ojos. 
    En caso de que se te quede el corazón en el pecho, hazle el boca a boca y ventila todos tus miedos antes de que se salgan por cualquiera de tus poros; pues susurran las malas lenguas que te los quieren incrustar entre la piel y el alma, y para entonces ya no habrá tinta que no valga.