La muerte sólo tiene viaje de ida,
por eso nunca volverás a mí.
Mi herida abierta desde antes de nacer.
Porque yo crecí con tu cáncer,
viví en un bosque
empañado por tu ausencia
-a día de hoy todavía lo habito-.
Me ahogué en el grito
y en el llanto primitivo.
Me planté en una realidad
donde el precio del
rescate estaba por las nubes.
Aprendí que no siempre sabes
cómo empiezan tus raíces,
pero sí dónde acaban:
en la misma persona.
Estas hojas habrían resistido
cualquier tormenta si ayer
hubieses respirado naturaleza,
si hubieses dejado la electricidad
a otras muertes,
si no fueses héroe de esta tierra,
de estas vidas.
Crecer sin ti sólo ha merecido la pena.
A este cuerpo le sobran todas las ramas
si tú no las cuidas
como cualquier abuelo cuidaría a su nieta.